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  • Foto del escritorDoctor Sonrisas

…No puedo ser más feliz, lo tengo todo.


“Quien no vive para servir, no sirve para vivir” – Madre Teresa de Calcuta

Desde que empecé a ser parte de Dr. Sonrisas me han hecho muchas preguntas, al principio no tenía ni idea de que contestar y poco a poco gracias a diferentes personas he ido descubriendo algunas respuestas.

  1. ¿Cómo puedes?


Aunque hay momentos tristes es sorprendente que son muchos más los momentos felices; muchos pensarán que visitar un hospital de oncología pediátrico es muy triste, pero es sorprendente el amor y la felicidad que comparten los niños, o cuando un niño termina su tratamiento, cuando les dan una buena noticia y te hacen parte de ella, cuando los ves conectados a mil cosas y están felices. Juegan y te demuestran, como dice Victor Frankl, está en ti la actitud que tienes hacia una circunstancia, son maestros de vida.

  1. ¿Ya estás acostumbrada a la muerte de los niños?

Creo que nunca nos acostumbramos a eso, cada muerte duele, es difícil y nunca deja de serlo, pero son esos niños y sus familias los que nos enseñan que la vida sigue, que hay que vivirla y disfrutarla. En honor a su lucha lo mínimo que podemos hacer es aprovechar nuestro tiempo aquí.

Muchas personas también me dijeron “tienes que aprender a no encariñarte”. Nunca voy a dejar de agradecerle al Dr. Alejandro Ávila por haberme dicho lo contrario, por hacerme ver que si no hay amor no hay un acompañamiento real, que para que haya esa empatía y ese cariño tan característico de Dr. Sonrisas tienes que darte la oportunidad de sentir, que no está mal que duela cuando muere un niño, si no todo lo contrario.

3. ¿Por qué lo haces?


Creo que es la pregunta que más me costó entender… Mi mamá es una de las personas que más frecuentemente me lo pregunta y la verdad es que nunca se que contestar. Hace poco Alejandra Badillo, la psicóloga de Dr. Sonrisas dijo algo que me hizo mucho sentido y creo que es la respuesta a esta pregunta… “Ayudamos porque nos hace sentir bien” y creo que otra forma de expresarlo es la frase tan trillada “recibo más de lo que doy” y no podría ser más cierto. Estando cerca de estos chiquitos aprendo muchísimo, son personas muy sabias, maestros de vida y con un corazón enorme, contagian su alegría y nos enseñan a vivir. Una de mis partes favoritas de las visitas a los hospitales es la cantidad de amor que hay en ese lugar. El amor de una mamá que da todo por su hijo y no se despega de él, el amor de los niños hacia su familia, quienes están con ellos y a quienes dejaron lejos y extrañan demasiado, el amor de los doctores hacia los niños y viceversa, el amor que hay entre todas esas mamás que están en la misma lucha y se convierten en una familia y también el amor que sentimos los voluntarios hacia cada una de esas familias. Otra de las cosas que me encantan es la fe, esa conexión que tienen estos chiquitos con Dios.

Me encanta pensar que cada uno de esos niños llegó a mi vida por una razón, para enseñarme algo y gracias a todas enseñanzas soy lo que soy hoy, hay niños con los que convivo muy poco y aun así dejan enseñanzas muy grandes.

Uno de mis maestros favoritos fue Omar… no se porque, pero desde que lo conocí había algo especial en él. Omar era un niño de 15 años, altísimo, originario de Saltillo, pero atendido en un hospital de la Ciudad de México. Desde que lo conocí sabía que no tenía un buen pronóstico y desde la primera hasta la última vez que lo vi tenia una sonrisa enorme. Su tumor estaba en la columna, según lo que entendí, uno de los más dolorosos y aún así nunca le quitó esa sonrisa. Omar estuvo internado un tiempo y yo lo visitaba los jueves, platicando con él me dijo que su sueño era conocer a los Spurs, y empezamos con los planes para hacer realidad su sueño. Con el tiempo su salud empeoró y lo volvieron a internar, ahora en un aislado, él y toda su familia seguían contagiando a todos con su sonrisa. Cuando me enteré que no mejoraba y vimos que probablemente tendríamos que cancelar su sueño le hablé para ver que quería, de alguna manera quería llevarle un poquito de alegría al hospital, me pidió una hamburguesa de Carls Jr y unos aros de cebolla. Fui a comprarlos y se los llevé al hospital, cuando le dije que le llevaba una sorpresa y saqué la hamburguesa de mi bolsa hizo una cara de felicidad que nunca, nunca voy a olvidar y lo que dijo es una de las enseñanzas más grandes. Omar decía “no puedo ser más feliz, lo tengo todo, no me falta nada… tengo mi hamburguesa, tengo a mi familia, tengo a mis doctores y te tengo a ti y a Piki”. Un niño terminal y aún así lo tiene todo y no puede ser más feliz… Esos detalles son los que me hacen seguir aquí, esos aprendizajes, esa felicidad tan real y natural…

…No puedo ser más feliz, lo tengo todo



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