El poder de una sonrisa en el hospital
- Irys Durán

- 23 oct
- 2 Min. de lectura
Mi nombre es Irys Durán Jiménez. Mi compromiso con el altruismo comenzó como estudiante de medicina y me llevó a unirme a la hermosa familia de Dr. Sonrisas en 2015. Hoy, como médico de profesión y encargada de la parte médica en Mundo Imáyina, mi vocación se centra en fusionar la ciencia y la humanidad.

Mi trabajo está profundamente inspirado por figuras como Patch Adams, creador de la risoterapia, cuya filosofía adopté como pilar de mi práctica:
"Si tratas una enfermedad, ganas, pierdes. Si tratas a una persona, te garantizo que ganarás, sea cual sea el resultado."
En nuestra formación médica, aprendemos a diagnosticar y tratar patologías, pero es en la práctica donde comprendemos la verdad esencial: el paciente ve en nosotros un rayo de esperanza que busca la remisión de la enfermedad. Nuestro enfoque no puede limitarse al padecimiento, sino a la persona que lo enfrenta.
El Impacto Innegable de la Alegría
A lo largo de mis diez años como voluntaria en Dr. Sonrisas, he comprobado que "La felicidad es la mejor medicina". El apoyo anímico en pacientes oncológicos no es un simple paliativo; es una herramienta terapéutica vital.
La capacidad de generar emociones positivas a través de los trenes de los sueños y el cumplimiento su sueño (conocer el mar, jugador favorito de fútbol) produce cambios físicos medibles:
Disminución del estrés.
Fortalecimiento del sistema inmunológico.
Liberación de endorfinas que alivian el dolor y mejoran el estado de ánimo.
He sido testigo de transformaciones de 360°. Pequeños que antes de su sueño estaban tristes y agotados por los tratamientos, regresan motivados, con una renovada voluntad de luchar y "comerse el mundo".
En algunas ocasiones los médicos tratantes de nuestros niños beneficiarios nos han dicho:
“¿Qué pócima mágica le dieron? El paciente que estoy viendo hoy, con esas ganas de vivir y seguir luchando contra el cáncer, no es el mismo que atendí la consulta pasada.”
Grandes Lecciones de Vida
Mis mayores maestros han sido los niños y niñas que he conocido en la fundación. Ellos nos enseñan a vivir la vida al máximo, enfocados en el presente. Nos recuerdan que, sin importar si el día está gris, siempre debemos buscar el arcoíris y sonreírle a la vida.
Esta enseñanza es crucial en mi ámbito médico. La carga de trabajo no debe hacernos olvidar la humanidad detrás del expediente. No es "el paciente de la cama 1", es el Señor Juan Pérez. Nuestro compromiso profesional debe incluir el simple pero poderoso acto de llamar a la persona por su nombre y ofrecerle una esperanza genuina:
"Señor Juan, esta es la enfermedad, pero juntos trabajaremos con determinación para combatirla y alejarla."
En la medicina y en el voluntariado, la clave del éxito no está solo en la ciencia, sino en la conexión, la empatía y la firme convicción del poder sanador de la alegría que generamos con las actividades de la fundación










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