Todos tenemos sueños que parecen inalcanzables, pero están más cerca de lo que creemos.
A los 17 años me diagnosticaron Osteosarcoma (Un tipo de cáncer óseo se desarrolla en las células que forman los huesos) y sin saber que implicaba luchar contra esta enfermedad decidí enfrentarla. Sin preguntarme ¿Por qué a mi? decidí enfrentarme con mucha valentía y Fe.

Con todo eso conocí dos fundaciones que se convirtieron en parte importante de mi recuperación. AMANC (Una asociación que ayuda a niños y a adolescentes con cáncer) me abrió las puertas de su albergue para poder tener las condiciones necesarias y recuperarme. Ahí mismo conocí a Alejandro Razo y Andrés Martínez fundadores de Dr. Sonrisas, jóvenes dedicados a cumplir los sueños de niños y niñas con enfermedades crónicas o terminales.
En poco tiempo se convirtieron en grandes amigos, cada fin de semana los esperábamos con muchas ansias para poder pasar un rato lejos de los hospitales y tratamientos. Esto ayudaba mucho en el estado anímico y se podía ver en la cara de cada niño que disfrutaba las actividades con Dr. Sonrisas.
Recién cumplidos los 18 años, tomé la decisión de perder una pierna, pero no mi vida. Desde ese momento mi vida cambio por completo, volví a nacer. En mi mente había una voz que me decía: ¿Vale la pena seguir viviendo?...
Hasta que un día me dieron la noticia de que conocería el mar, estaba muy emocionado de poder cumplir un sueño que parecía inalcanzable. Llegó el día que tanto esperaba, desde que empezó hasta que termino fue increíble.
Alejandro tenía que pasar por mí a las 8 am, pero se le durmió el gallo. Íbamos a las carreras y para acabarla de amolar una policía nos detuvo. Le preguntó Alejandro que por qué la prisa, a lo que contestó: ¡Se me viene muriendo este muchacho! Al verme el policía sin pelo y con una cara muy pálida nos dijo que no nos preocupáramos que él nos abriría camino.
Cancún y sus hermosos colores fueron el lugar perfecto para vivir esta increíble experiencia. Lo vivido ahí me lo llevo para siempre, sin esperar que valiera la pena seguir viviendo, fui e hice que valiera la pena. Gracias a esta experiencia que me llenó de mucha fuerza y motivación puedo compartir mi testimonio de vida.
Pasaron los años y mi otro sueño era poder llevar Dr. Sonrisas a Morelia. Quería compartir con los niños lo que a mí me había regalado. Se cumplió algo que parecía imposible. Uno de los soñadores de Dr. Sonrisas ahora era coordinador de una filial.
Yo soy esta parte de esta historia porque así lo decidí, si hubiera huido como cobarde en el momento que me detectaron el cáncer a lo mejor hubiera sufrido menos, pero decidí pagar el precio de esta vida. Ahora sigo estudiando, trabajando y entrenado con el sueño de poder ser un atleta Paralímpico.
El cáncer me quito una pierna, pero me ha regresado más de lo que me quito.