La piel que esconde una fuerza inmensa
- Diego Barenas
- hace 5 días
- 2 Min. de lectura
Hace algunos días conocimos la historia de un pequeño que vive con una enfermedad de la que muy pocos han escuchado hablar. Su historia nos llevó a investigar, comprender más acerca de su condición.

Imaginen por un momento que el simple abrazo, el roce de una cobija o incluso caminar pudiera dejarles la piel herida. No es fácil imaginarlo, ¿verdad? Sin embargo, esa es la realidad de los niños que viven con epidermólisis bullosa, mejor conocida como piel de mariposa.
Este nombre tan poético hace referencia a la extrema fragilidad de la piel de quienes la padecen: tan delicada como las alas de una mariposa. Una enfermedad rara, dolorosa y aún sin cura, que convierte cada movimiento cotidiano en un desafío, y cada caricia en un posible riesgo.
Quienes viven con esta condición deben lidiar con heridas que aparecen con facilidad, ampollas que se forman ante el mínimo roce y un tratamiento que exige dedicación diaria. No se trata solo de vendajes y medicinas; se trata de tiempo, cuidado, y mucho amor. Cada herida debe tratarse con precisión, cada movimiento debe planearse con cautela, y cada día representa un nuevo esfuerzo para aliviar el dolor.
Pero lo más importante: la piel de mariposa no es contagiosa. Lo que sí puede contagiarse es el deseo de ayudar, de acompañar, de transformar la vida de quienes viven con esta condición. Porque conocer esta enfermedad es el primer paso para ser empáticos.
Hablar de la piel de mariposa no es solo visibilizar una enfermedad rara, es crear una comunidad. Es recordarnos que podemos cambiar un mundo, incluso con los gestos más pequeños. Una donación, una palabra, una acción puede crear un día único e inigualable.
Tal vez no podamos borrar las heridas, pero podemos crear un recuerdo único que llevará cada pequeño en su corazón.
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