Hola, antes de contarles por qué escribo en este espacio me quiero presentar. Soy Sandra, mamá de Astrid, una niña que nos vino a cambiar la vida y les quiero compartir un poco de nuestras vidas.
El 7 de enero de 2014 a las 2 de la mañana mi vida cambiaba. Una pequeña niña de 2.365 Kg. se robaba mi corazón y mi vida entera. De inmediato supe su nombre, incluso antes de nacer y saber que sería una bella niña, sabía que llamaría Astrid.
Astrid apenas tenía dos días de nacida y yo ya estaba planeando a qué escuela iría, cómo la vestiría, cómo la alimentaria, a dónde iríamos de vacaciones, prácticamente ya planeaba nuestra vida juntas. A los 9 meses decidí alejarnos de su padre, yo realmente no quería que ella creciera en un hogar roto, ni que ella pensara que el amor significaba tristeza, enojo, llanto. Yo quería que ella tuviera otra infancia. Y así fue como regresamos al hogar donde la amaron desde el momento que sabían que ella vendría al mundo.
Desde pequeña fue algo enfermiza, cuando era bebé le dio infección en los ojos y si pasaba mucho tiempo acostada su sudor le provocaba erupciones en su piel, cuando comenzó a crecer siempre tenía enfermedades de la garganta y temperaturas altas, con el tiempo entendí que eso era un síntoma y nunca lo vi, porque uno nunca se imagina que sus hijos se enfermarán y mucho menos de cáncer.
Siempre fue una niña muy activa, juguetona, le encantaba cantar y bailar, aprendió a hablar muy pequeña y se le entendía muy bien para tener 3 años. Tres meses después de su cumpleaños número 3 se levantó y me dijo que le dolía la rodilla, se le veían algo hinchadas, pero pensé que tal vez era porque se había caído. En la escuela comenzaron a notar que ya no participaba ni quería jugar, comenzó a bajar de peso, y pronto ya no comía y se la pasaba durmiendo así comenzamos a ir de pediatra en pediatra para saber qué tenía, nos daban diagnóstico de fiebre infantil.
Pero en septiembre de 2017 un pediatra me dijo que acudiera al seguro porque si el problema era de sus articulaciones, los tratamientos serían bastante caros.
Fue así que, en una consulta en la clínica cercana de donde vivíamos, nos mandaron a un hospital de pediatría, de esos hospitales gigantes que te pierdes entre un pasillo y otro la primera vez que los pisas.
Tras varios estudios me dijeron que probablemente Astrid tenia cáncer, creo que en ese momento para toda madre es la peor noticia del mundo, debo confesar que el mundo se me detuvo, así fue como llegamos a un hospital de alta especialidad el 22 de septiembre de 2017 en la madrugada, y tras 15 días de estudios confirmaron lo que antes habían previsto, detectaron un neuroblastoma suprarrenal estadio IV que en pocas palabras es un cáncer. Así fue como comenzamos la quimios, más estudios, horas de hospital, consultas y más consultas. Todo esto fue el proceso de meses, de meses muy doloroso para Astrid y para mí.
Yo no sabía cómo aliviar su dolor, a dónde ir, ni qué hacer para que ella se olvidara de que estaba enferma, en una consulta a esas que íbamos constantemente siempre puntuales recuerdo perfecto que pasó una chica alta delgada y muy amable, se acercó y le preguntó cómo se llamaba porque no la había visto antes. Le regaló una diadema de su color favorita naranja y que hasta la fecha conserva, la acercó a donde había más niños y se pusieron a realizar una manualidad, después comencé a platicar con la chica, se presentó me dijo que se llamaba Lidia (Lidia es una de las colaboradoras de Dr. Sonrisas) y me platicó sobre la fundación. Me explicó de lo que trataba, lo que hacían, que días visitaban el hospital y hoy que puedo lo voy a confesar dije: GRACIAS A LA VIDA POR CONOCERLA, fue una persona que nos cambió todo, mi hija la recuerda mucho y gracias ella y a Dr. Sonrisas Astrid pudo conocer el mar.
Llegó el día del viaje, antes de irnos había mucha emoción y nervios, fue un viaje que difícilmente vamos a olvidar, fueron días de hacer nuestros sueños realidad, uno tras otro como: ver las nubes cerquita, tocar un delfín, liberar tortugas, tener un día de spa e ir por primera vez a un circo. Fueron días que se pasaron volando pero que atesoraremos para siempre.
No me queda más que agradecer a Dr. Sonrisas por cumplir los sueños de los niños, sobre todo a Lidia por tenernos presente a Astrid y a mí, por ayudarnos a que ellos no olviden sonreír, que disfruten cada momento que la vida les da, y que hay personas hermosas que quieren verlos sonreír.
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