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  • Foto del escritorDoctor Sonrisas

Sé que quiero vencer a la enfermedad



Cuando todo esto empezó, yo me encontraba al inicio de mi segundo año de secundaria. Pero no pensé que me tocaría un obstáculo tan grande en mi vida para demostrar qué tan capaz sería de sobrevivir ante todo lo que llegó después.

Todo comenzó cuando empecé a tener el color de mi piel amarilla, tenía frío y me sentía demasiado cansada. Un día cuando fui a la escuela, antes de que terminaran las clases, le llamaron a mi mamá porque mi maestro notó que mi piel tenía un color muy pálido y yo me sentía muy cansada. En cuanto mi mamá llegó por mí me llevaron de inmediato con la pediatra que me atiende desde que era pequeña y ella decidió que se me hicieran unos estudios para determinar qué era lo que me provocaba todo ese cansancio, dolor, temperatura y color pálido.

Después de unos estudios, nos dijo que era muy difícil decir qué era lo que yo tenía. Cuando nos lo dijo, mis padres se sintieron desechos. Yo cuando lo escuché al principio no me sorprendí tanto porque pensé “esto es solo un obstáculo que podremos superar”. En ese momento no comprendía lo que me pasaba, pero, tan pronto nos dijo lo que tenía, me tuvieron que hospitalizar de inmediato.

A partir de aquí mis días cambiaron radicalmente.

Fue así que comencé a escuchar palabras transfusión de sangre, extraer sangre de mi cadera, cortar un hueso… esto me aterraba, ya que no lo comprendía. Era más mi cansancio y dolor que tratar de entender. Tuvieron que hacerme pruebas más difíciles como una extracción de médula, proceso que dolió mucho. Este estudio fue fundamental para confirmar el principio de un proceso largo, una enfermedad difícil llamada LEUCEMIA.

Veía a mis padres llorar, sufrir y no sabía qué pasaba. Hasta que (quiero pensar se armaron de valor) decidieron decirme qué enfermedad tenía, qué era y qué proceso tenía que seguir. Me explicaron que era un cáncer en la sangre, que era una enfermedad grave, que teníamos que pasar varios años con medicamentos en vena, en la columna e incluso tomados, estos medicamentos llamados Quimioterapia. Recuerdo que ellos explicaban mis dudas y me decían de la mejor forma lo que pasaríamos; entonces yo les dije “no pasa nada, esto es porque viene algo mejor”.

Después de varias semanas de tratamiento y muy diferentes malestares, llegó a mi vida un amigo muy especial. Cuando yo sentía que ya no podía, cuando no quería ya nada, llegó Pato, un amiguito de peluche que vino a alegrarme los días. Yo digo que es mi Ángel de la guarda, me da valor y ánimo para seguir adelante. Desde entonces, nos hemos hecho inseparables. Siempre está conmigo en hospitalizaciones, estudios, en intratecales, en quimios, en aspirado de médula, en punciones, etc.

Ya con mi amigo ya no tenía miedo, y me atreví a preguntarle a mi mama lo siguiente: Mamá ¿Por qué no me dijiste que me podía morir? Ella respondió con mucha fuerza: no lo dije porque eso no va a pasar, Dios está con nosotros y nunca te dejaremos sola ni un minuto y siempre iremos juntos de frente con la enfermedad.

Al día de hoy he terminado quimios y radios, pero tengo una neuropatía en la pierna derecha que me impide caminar mucho, me caso muy rapido y me duele. Mis estudios de sangre aun no salen bien, pero cuando salgan bien iniciare quimio tomada por un año más. .

Hoy vuelvo a tener la actitud positiva, sonrío mucho. Bajé de peso, cosa que no podía hacer y lo conseguí, jojojojojojo. Soy feliz, sí, porque siempre he sido amada por mi familia y bendecida de muchas formas, siempre he sido optimista y sé que quiero vencer a la enfermedad, seguir viva y luchando y contagiar con mi optimismo a niños que sufren igual que yo, decirles que no se den por vencidos, que las cosas siempre serán mejor.

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